Algo cambió esa noche. Lo juran quienes jugaron, los que vieron la película de pie en el banco de suplentes y quienes viajaron a presenciar lo que iba a ser el partido más importante de la historia de Atlético: la revancha de la fase 2 de la Copa Libertadores contra El Nacional. Nada fue como se esperaba, salvo el final, cuyo corte mostró a jugadores vestidos con la camiseta de la Selección (Sub 20) festejando que Atlético había cambiado el curso de un partido inolvidable.
Atlético, ungido en celeste y blanco con la indumentaria oficial de la Selección, rompió pronósticos y cambió el destino deuna historia que al día de hoy continúa acusado de haber sido escrito por una o varias manos negras. A la historia la escriben los ganadores. Atlético lo hizo posible incluso cuando desde Guayaquil le prohibieron despegar porque su vuelo charter supuestamente no contaba con la documentación requerida.
Pasó un año, pero parece que sucedió ayer. Los jugadores llegaron al estadio con las manos vacías. No tenían la ropa adecuada, botines ni vendas. Pese a todo ganó 1 a 0, con el gol de Fernando Zampedri, el de la clasificación.El que nadie podrá olvidar. Ese día se clasificó para la fase 2 de la Libertadores y tras eliminar a Junior se metió en la fase de grupos
Atlético hizo historia el 7 de febrero de 2017 jugando al fútbol y luchando contra la adversidad. Después lo que se vio en la cancha fue un equipo jugando en el patio de su casa y no en la altura de la capital ecuatoriana. ¿Cambió algo en los jugadores? “Hubo un clic entre nosotros. Después de salir adelante con todo lo que pasó, nos dimos cuenta de que no había imposibles. Y todo a base de sacrificio y humildad”, vive el pasado como si fuera hoy junto a LG Deportiva Cristian Lucchetti, el primero en repasar una hazaña que recorrió el mundo. “Lo vivimos como un partido único. Quedar afuera en la primera serie hubiera sido duro, porque esa pudo haber sido nuestra primera y última Copa Libertadores. Lo único que nos preocupaba era quedar afuera sin jugar”, se suma al convite Luis Rodríguez.
Para los poco memoriosos, el día que Atlético silenció a Quito abarca la pesadilla que fue no poder despegar de Guayaquil; abarca el hecho de conseguir milagrosamente pasajes sueltos en un vuelo de línea apunto de despegar. “Ni tickets para hacer los pasajes había”, se ríe Guillermo Acosta hoy. En ese momento fue desesperante. También abarca el viaje en colectivo desde el aeropuerto de Quito a la cancha. Toda una odisea temeraria por encima de los 140 kilómetros por hora. “Una locura. Bruno (Bianchi) le pedía al chofer que bajara la velocidad, que íbamos a jugar un partido de fútbol pero nos iba a matar antes de llegar”, aporta Nery Leyes. Abarca este cuento, además, el hecho de llegar dos horas tarde al estadio Atahualpa, jugar con ropa prestada, sin preparación previa y sin médico.
¿Dónde está el doctor?
“Con ‘Tato’ (Ignacio Canuto) llegamos al vestuario; nos sentamos a la par y llamamos al médico para que nos infiltre. Cuando me dí la vuelta para ver dónde estaba caí de que el ‘tordo’ seguía en Guayaquil. ¿Cómo íbamos a hacer para jugar?, nos preguntamos. Yo tenía un dedo del pie quebrado y ‘Tato’ un dolor insoportable en el empeine de uno de sus pies. ‘Estamos acá, Jugamos y ganamos como sea’, nos dijimos”, comenta Lucchetti.
Esa noche de febrero Atlético se sintió un titán. “Sabíamos que no íbamos a perder. Estábamos seguros de que la victoria era nuestra”, confía Rodrigo Aliendro, quien confiesa no recordar siquiera con quién viajó sentado en el avión.
“Nadie sabía nada, no sabíamos si habíamos viajado todos. Éramos pura incertidumbre. Ni charla técnico tuvimos”, agrega “Laucha”. Pero, “Dios es justo”, había dicho después del triunfo Pablo Lavallén, entonces técnico del “Decano”.
“Ja, antes del partido ni se acordó de si Dios era justo o no. Decía que éramos carne de cañón”, revela otro “decano” que estuvo allá pero que prefiere el silencio. Por códigos, claro. “Nosotros fuimos los justos”, se planta Acosta.
En la noche más importante de su existencia, Atlético se vio obligado a jugar casi como si se tratase de un equipo de amigos apurados por dirimir el clásico con la cuadra vecina. “Fue como cuando estás por ir a cambiarte a tu casa pero te cruzan en la esquina y te dicen, ‘che, vamos así, estamos apurados’. Algo así fue ,aunque era el partido más importante de la historia del club”, reconoce “Laucha”.
La creencia del poder del corazón y de la mente. “Era nuestro partido”, asiente David Barbona. “Cuando en el trayecto a la cancha nos dicen que no estaban los botines, dijimos, bueno, ‘juguemos en zapatillas’. Y si no teníamos, le hubiéramos pedido a los hinchas que nos fueron alentar que nos presten las suyas. Para nosotros, estaba claro que hasta en zapatillas lo ganábamos”, reconocen los héroes del ayer que viven el hoy sabiendo que en la Libertadores Atlético hizo algo más que jugar al fútbol.
Claves
Atlético debutó en la fase 2 de la Copa ante El Nacional. Fue 2-2 en el Monumental, lo que lo obligaba a ganar en Quito.
El plan para la revancha fue hacer base en Guayaquil y el mismo día del partido viajar a los 2.850 de altitud de Quito.
Por supuestos problemas de papeles, el charter no pudo despegar. El primer milagro fue conseguir un vuelo de línea.
El plantel viajó repartido sin saber qué jugador iba. No hubo charla técnica. Llegó al estadio Atahualpa 2 horas tarde.
Atlético jugó con camisetas del Sub 20 e hizo historia contra todos los pronósticos: ganó 1-0 y avanzó de fase.
PUNTO DE VISTA
Un día glorioso
Mario Leito - Presidente de Atlético
Si nos hubiesen pedido hacer un guión del partido que íbamos a jugar en Quito, creo, no lo hubiésemos hecho tan apasionante ni dramático como el real. Ese partido sirvió para que Atlético sea reconocido en América. El país estuvo pendiente de nosotros. Quito, además, significó vivir situaciones extremas que, por suerte, pudimos resolver.
Si tengo que elegir hoy dos fechas importantes de mi gestión, una es el haber salido de Argentina A y la otra es el partido en Quito. La primera representó salir de la pobreza deportiva e institucional, y la segunda, haber alcanzado la gloria.